jueves, 24 de abril de 2014

Video

Llueve. Más bien llovizna. Las gotitas se pegan en los anteojos de Claudia y no puede visualizar bien cual colectivo es el que se está acercando. Hace frío. Es Mayo. El rocío humedece sus pantalones y los congela. Las prendas se le pegan al cuerpo y le parece que estuvieran pesadas. La humedad es insoportable. Pasa un colectivo y no era el 22. Sigue la espera. El colectivo 98 pasa con 2 o 3 pasajeros, a paso lento y silbando en la noche.
Claudia está inquieta. Sube y baja el cordón de la vereda. A veces baja sólo el pie derecho y se balancea de lado a lado como una nena pequeña. Intenta moverse para mantener el calor, mientras el colectivo sigue sin pasar. La panza de Claudia rezonga, tiene hambre. Y eso que hace no más de tres horas que merendó con su amiga María en la cafetería en la que se reúnen todos los jueves. Claudia saca el celular de su bolsillo y relojéa la hora. Son las diez y cuarto. Como está aburriéndose se pone a filmar con su celular. Está un poco oscuro pero la luz le sirve. No pasa nada inusual, la noche está bastante calma. Pasan algunos autos, taxis, motos, un chico andando en bici mojándose todo, no lleva piloto ni botas. Ve a una parejita de novios cruzar corriendo la calle. En la esquina un taxista les toca bocina y les grita algo enojado.  De repente en la fila de la parada todos se ponen a alerta. De la otra esquina asoma el cartel luminoso rojo que dice “22”. Colectivo verde agua se va acercando. Claudia no deja de filmar y con la mano libre, la zurda, se palpa todos los bolsillos de a uno hasta dar con las monedas. Deja de prestar atención a lo que filma, ya que las monedas están en el bolsillo opuesto y no puede lograr sacar la plata para pagar el pasaje. Mientras su celular sigue filmando. Cuando está por subir al colectivo se le resbalan las monedas. Un chico le ayuda a juntarlas. Le agradece. Finalmente suben ambos al transporte público, abonan el pasaje y se sientan en lugares distantes. Claudia se da cuenta de que la cámara sigue encendida y no la detiene. Abre un poco la ventanilla y filma el trayecto desde Casa rosada hasta El Cabildo. Un vendedor la distrae para ofrecerle chocolates que rechaza. Detiene la filmación y cierra la ventanilla. Se pone los auriculares que sacó de la mochila. Observa a los demás pasajeros. La mayoría están acomodándose  para dormir, es un largo viaje hasta zona sur, otros están leyendo o escuchan música. Solo una parejita va charlando, pero hablan con susurros. El chico que le ayudó con las monedas tiene una campera azul holgada y se sentó más adelante que ella. Se ve un poco agitado. El vendedor de golosinas hablando es casi lo único que se escucha y el silbidito del colectivo cuando arranca o frena. Es un viaje tranquilo. Claudia reproduce el video que filmó mientras estaba aburrida esperando el colectivo. Mientras, sacude las piernas y se las refriega porque todavía tiene el cuerpo helado. Piensa por un momento que es bueno que nadie haya abierto las ventanillas. Lo único que quiere es llegar a su casa, beber algo caliente, mirar un poco de televisión quizás metida en la cama.
El video es bastante aburrido al principio y se ve oscuro, ya que había poca luz en la calle. Primero hay autos pasando, luego un par de gotas se pegan en el visor con lo cual algunas partes de la imagen se ven borrosas, pasa la parejita corriendo, escucha los insultos del taxista y Claudia lanza una carcajada. Luego se tapa la boca porque levanta la vista y se da cuenta de que el colectivo está en silencio con lo cual le da un poco de vergüenza haberse reído en un volumen tan alto. Algunos pasajeros voltearon a verla. El chico de campera azul también. Claudia vuelve a concentrarse en la filmación.
El video transcurre tranquilo hasta que se empieza a acercar el 22. En un momento la cámara filmó el piso, fue cuando buscaba las monedas y se le cayeron.
Algo le parece raro en la imagen y detiene el video. Retrocede lo vuelve a mirar. Es confuso, poca luz, el visor empañado por las gotas. Pero ansiosa pone pausa y observa la imagen con mayor detenimiento. Retrocede lo vuelve a mirar y pone pausa otra vez. La imagen no es nítida. Acerca la mirada extrañada al celular. Y si ¡No le quedaban más dudas!. La cara de Claudia, que había recuperado un poco de color rojizo, se torna más pálida de lo que estaba antes por el frío. Está segura de haber visto en la imagen pausada del video un cuchillo. Vió caer un cuchillo ensangrentado al piso.
Inmediatamente al llegar a esta conclusión. Levantó la mirada bruscamente, y bajó el celular hacia su costado derecho del cuerpo tensa. Su mirada se fijó en una dirección: Hacia delante a la derecha, en un asiento de dos personas, del lado del pasillo, sabe que hay un asesino sentado viajando en el colectivo, siguiente conclusión. En ese instante el chico de campera azul se dio vuelta fugazmente y la miró directo a los ojos. El terror invadió a Claudia. Sintió como si la hubiesen descubierto.
El colectivo ya estaba por Barracas, todavía no había cruzado el puente Pueyrredón hacia Avellaneda cuando Claudia recordó que su tía Rosa vivía por esa zona. Pensó que tenía que bajarse del transporte público inmediatamente. Y eso hizo.
Se paro repentinamente y avanzó rápido hacia la puerta de descenso trasera. Tocó el timbre. Los nervios y ansiedad hicieron que el toque suene largo y fuerte, con lo cual el chofer la miró con mala cara por el espejo.
Se detuvo el colectivo lejos de la parada y se abrió la puerta. Estaba todo inundado, se mojó hasta la rodilla al bajar y subiendo al cordón de la vereda. Prestando atención a donde pisar, no se dió cuenta de que alguien más bajó detrás de ella.
Claudia buscó refugio en la entrada de un edificio. Se resfregó un poco el jean, pero ya estaba muy mojado y embarrado. Cuando levantó la mirada se sobresaltó de un susto ya que hacia delante a pocos metros de ella estaba parado, abajo de la lluvia intensa, el chico de la campera azul del colectivo con un cuchillo en su mano derecha. Comenzó a acercarse hacia ella lentamente. Claudia miró hacia los costados girando su cabeza de lado a lado buscando una escapatoria o alguien que la pueda socorrer. Pero no pasaba nadie. Ni caminando, tampoco autos, ni motos. Sólo veía una luz roja parapadeante de frente a ella desde la mano izquierda de su atacante. Claudia entró en pánico y se paralizó, no emitió sonido.
Lo único que podía hacer era mirarlo. Lo miró fijo a la cara con los ojos llorosos, ya lo tenía encima. No tenía a donde escapar, quedó acorralada en el palier del edificio. No grito, no dijo una palabra tampoco. Entonces fue cuando sintió un dolor intenso en el abdomen. Luego, todo se volvió blanco. El hombre quitó el cuchillo bruscamente hacia atrás y apagó su cámara.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario